jueves, 27 de enero de 2011

NO DIMITAS ALEX DE LA IGLESIA, POR NACHO ESCOLAR.

Reproduzco el artículo de Nacho Escolar que ha colgado en su Web, escolar.net, y que es de lo mejor que se ha escrito sobre el asunto Alex De La Iglesia.
http://www.escolar.net/MT/archives/2011/01/no-dimitas-alexdelaiglesia.html

Ya lo dice el chiste popular, casi un lema para bordar en la bandera nacional: “Todo el mundo va a lo suyo menos yo, que voy a lo mío”. En un país donde el verbo dimitir rara vez se conjuga en primera persona y sólo vale para exigir responsabilidades a los demás, que el presidente de la Academia de Cine haya decidido irse es noticia: una mala noticia. No es Álex quien debe dimitir. No sobra alguien que no va a lo suyo, alguien que escucha, alguien que intenta ponerse en el lugar de los demás.
Hace apenas un mes, el presidente de los cineastas era un convencido defensor de la Ley Sinde y se indignaba porque el Congreso la había rechazado. Ahora anuncia su dimisión, precisamente porque esa ley, que tacha de “desastre”, se aprobara en el Senado con inusual consenso entre los unos, los otros y su bisagra. ¿Qué ha pasado en este mes? ¿Por qué Álex ha cambiado de opinión? Es fácil: @AlexdelaIglesia. Es su cuenta en Twitter, una herramienta con la que ha podido debatir, de tú a tú, con muchos de los que criticamos esa ley.
“Es cómodo hablar con los que te siguen la corriente: te reafirmas en tus ideas, te sientes parte de un grupo, protegido, frente al resto de locos que se equivocan”, explica en su carta de dimisión. “Dialogar con personas que te llevan la contraria es mucho más interesante”, dice Álex, y yo me quito el sombrero. Por eso le pido, de corazón, que se lo piense, que recapacite, que cambie otra vez de opinión. La Ley Sinde está ya hecha pero el debate no terminará. La ley fracasará. No acabará con la piratería, por muchas webs que se cierren, como tampoco acabó cuando el viejo Napster cerró. Dentro de un tiempo, no mucho, habrá que volver a hablar porque no sólo hacen falta leyes, sino consenso social. Y hablar está muy bien, pero no sirve de nada si no hay alguien dispuesto a escuchar.

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